El jefe de la Brigada de Estupefacientes recuerda que «nunca» ha visto trabajar a los acusados y declara «sin dudas» que todos venden droga
El agente explica que el líder del grupo llegó a ofrecer 30.000 euros por la cabeza del confidente que facilitó su móvil a los investigadores
«No me cabe ninguna duda de que todos ellos -en alusión a los cinco 'monchines'- se dedican al tráfico de drogas y de que los tres, junto a dos de sus cónyuges, formaban una red dedicada a venderla en la que cada uno tenía una función», declaró ayer el ex jefe de la Brigada de Estupefacientes que dirigió la operación contra los Romero Larralde entre finales del año 1999 y principios del 2001.
La segunda sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial contra doce presuntos narcotraficantes estuvo marcada por la declaración de un agente que testificó durante más de cuatro horas y que afirmó que Miguel Romero Larralde, 'Monchín', era «el mayor traficante de drogas de la ciudad y el cabecilla de la familia» desde los años ochenta hasta la operación que acabó con la detención de los acusados.
Volumen de negocio
El policía recordó que a la familia llegaron a apodarla como «'los Charlines' de Valladolid» en alusión a su volumen de negocio. No en vano, prosiguió a preguntas de la fiscal, «nunca he visto a ninguno de ellos vender un coche -la actividad con la que justifican sus elevados ingresos en aquella época- o trabajar en algo».
La vista se centró durante la mañana y la tarde de ayer en demostrar la legalidad de las escuchas telefónicas que llevaron a desarticular la red, en el caso de la fiscal y de la acusación popular, o a invalidar los pinchazos a los móviles de Miguel Romero y de uno de sus presuntos secuaces, Francisco 'Rebusca'.
El responsable de la operación policial reconoció que «nunca pudimos implicar a 'Monchín' a pesar de la evidencia de que los que tocaban la droga eran correos suyos» y calificó de «imprescindibles» las escuchas telefónicas para involucrarle a él y a sus hermanos Salvador, 'Negro', y María Concepción, 'la Maruja', en las operaciones de compra venta.
Tanta importancia le dio supuestamente el líder del clan a la información obtenida por los agentes de sus conversaciones -en todas aparecen de uno u otro modo sus once compañeros de banquillo- que, según relató el ex jefe de Estupefacientes, «la familia Romero Larralde llegó a ofrecer 30.000 euros para saber quién nos había facilitado el número».
El hombre que tuvo 'precio a su cabeza' fue un confidente de los agentes del que, por supuesto, nunca se supo su identidad. La información que facilitó permitió avanzar más en tres meses de pinchazos telefónicos que en quince años de investigaciones en las que la policía nunca encontró más de unos restos de cocaína en la casa de María Concepción Romero.
Eso a pesar de que en las conversaciones de Miguel Romero -«solo pinchamos su teléfono y el de 'Rebusca' porque fueron los únicos que conseguimos», prosiguió el agente- con sus interlocutores solo utilizaban «símiles sin referirse nunca a la cocaína o a la heroína». Sin embargo, el antiguo jefe de brigada afirmó «fehacientemente» que cuando hablaban de 'chisme' o 'chisma', 'niñas', 'cachorros' y 'cachorras', 'furgonetas' o 'cochecicos' siempre hacían alusión a operaciones, algunas al por mayor, «de heroína y cocaína».
Coches y 'turismillos'
«A ver si no», ironizó el agente, «cómo es posible que pueda venir alguien desde Madrid con dos coches y un 'turismillo' metidos dentro del vehículo en el que viaja». El policía insistió en que no tenía duda de que el 'lacorrillo' Miguel Gabarri, al que detuvieron el 19 de enero del 2000 con más de dos kilos de cocaína y uno de heroína, había traído la droga desde Madrid y se la iba a entregar a un matrimonio de Zaragoza y a su secuaz -los tres están también imputados en esta causa- después de una conversación en la que el primero decía que «mi tío -en alusión a 'Monchín'- me ha dicho que si lo paga a tres millones le dará dos 'furgonetas' y un 'cochecito'».
Aquella operación desmontó, al menos en apariencia, una «sociedad dedicada al narcotráfico» que actuaba en el desaparecido poblado de La Esperanza. Su organigrama, a juicio del policía, lo encabezaba Miguel Romero, como suministrador y líder de la red, seguido de su hermano Salvador, 'Negro', que al igual que el anterior trabajaba de receptador, mientras que 'la Maruja' era la supuesta responsable de «vender al grameo la droga en su casa junto a su marido», Vicente 'Jalero'. La mujer de 'Monchín', Rosario 'Sario', era la encargada de «vender grandes cantidades tasadas previamente por su marido a compradores de Asturias, Galicia,...».
Junto a ellos se sientan ahora en el banquillo sus presuntos proveedores, lacayos y compradores.
viernes, 9 de febrero de 2007
La policía compara a los 'monchines' con el clan gallego de los 'charlines'
Publicado por
lanarcosis
a las
11:13
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