domingo, 25 de noviembre de 2007

Los traficantes de hachís utilizan a inmigrantes para introducir la mercancía en la costa de Alicante

Conocer el éxito en la lucha contra el narcotráfico es una labor casi imposible. Sólo se sabe lo que se interviene. La droga que sobrepasa las barreras de la vigilancia policial se pierde a cualquier tipo de cuantificación. En lo que va de año los traficantes han tratado de introducir en la Comunitat Valenciana al menos ocho toneladas de hachís con lanchas procedentes de Marruecos. Eso es lo que se ha recuperado, pero el volumen de entrada del estupefaciente podría ser mayor.

Estas cifras proceden de los ocho desembarcos de droga más importantes detectados en costas de la Comunitat, el último de ellos el lunes, en Cullera. Algunas veces ha habido detenidos, otras simplemente se ha encontrado una lancha vacía y, en otros casos, los traficantes se han visto obligados a huir abandonando los fardos precipitadamente en el mar o en la arena.

En el análisis de estos datos aparecen varios factores en común: los traficantes proceden del norte de África y centran los desembarcos en las costas de Alicante. En lo que va de año se han producido diferentes llegadas de hachís escalonadas en Benidorm, Santa Pola, Torrevieja y Elche. La razón es que la provincia alicantina está mucho más próxima que Valencia y Castellón respecto a las costas africanas.

Desde noviembre de 2006 está operativo el Sistema de Vigilancia Exterior (SIVE) de Alicante. A mediados de septiembre de este año la subdelegada del Gobierno de Alicante, Encarna Llinares, anunció la instalación de cuatro radares fijos para 'intensificar el control de la inmigración ilegal y la entrada por mar de narcotraficantes' en el Cabo Roig, San Antonio, el faro de Santa Pola y la Sierra Gelada. En la gran mayoría de los casos, los traficantes emplean planeadoras, es decir, lanchas semirrígidas con hasta cuatro motores que dotan a la embarcación de una gran potencia, a veces mayor incluso que las embarcaciones de la Guardia Civil o Aduanas.

Según explicaron fuentes de la lucha contra el narcotráfico, los desembarcos de droga suelen responder a un mismo patrón. En primer lugar, los fardos salen de las costas marroquíes con lanchas de gran potencia. El lugar y hora aproximada de la entrega están concertados con otros miembros de la red establecidos en el punto de destino. Normalmente se escogen costas poco frecuentadas y escasamente iluminadas. Prefieren las noches con luna nueva, donde la oscuridad absoluta se convierte en la aliada perfecta de los traficantes. En las lanchas no suelen viajar más de dos personas, ya que el resto de la embarcación va ocupada por fardos de entre 20 y 30 kilos y bidones con combustible necesarios para cubrir el trayecto. El momento clave es la llegada de las lanchas a la costa, la hora en la que los alijos tocan tierra.

Los miembros de la banda en el litoral tienen una doble misión: cargar la droga con la mayor rapidez posible, habitualmente en una furgoneta, y alertar a sus colegas en el mar con señales convenidas en caso de detectar la presencia policial en la zona. Si el desembarco es limpio, sin incidentes, la furgoneta traslada el hachís por carreteras secundarias hasta la base de la organización y el piloto de la planeadora regresa al punto de partida.

En el caso de que aparezca la Guardia Civil, la consigna es clara: fardos fuera y a correr. El lanzamiento de hachís al mar es una costumbre habitual entre los traficantes que pilotan las lanchas y se ven sorprendidos por las fuerzas de seguridad. Logran así eliminar pruebas en caso de ser detenidos y, al soltar lastre, surcan el mar con mayor ligereza para la huida.

La Guardia Civil no descarta que las bandas de traficantes estén empleando a inmigrantes que desean entrar en España ilegalmente para efectuar el transporte de hachís. La otra opción que se baraja es que los narcos permitan a algunos inmigrantes viajar en lanchas con droga a cambio de importantes

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