lunes, 19 de febrero de 2007

Las mafias marroquíes del hachís toman el relevo a los gallegos en el tráfico de cocaína

Las alianzas entre narcos no son ninguna novedad, tampoco la mezcla de nacionalidades. La curiosidad surge cuando uno o varios de estos grupos deciden trasladar parte de su infraestructura a un territorio distinto al originario. Es lo que está ocurriendo con los clanes gallegos, que han empezado a mover sus recursos hacia el sur de España, donde cuentan con medios para el narcotráfico, según confirman fuentes policiales. Ya se detectó este cambio en la llamada «operación Tul» (mayo de 2005) que permitió intervenir cinco toneladas de cocaína y destapó unas amistades más que peligrosas entre colombianos, gallegos, marroquíes y británicos, asentados en la Costa del Sol.
El ensayo fracasó gracias a la actuación policial, pero la querencia de los gallegos por el sur de España no. De hecho, desde entonces se ha incrementado su presencia dada la proximidad geográfica con África, más que favorable en la actual asociación con marroquíes. «En Málaga tienen medios y además una cobertura de gente de Marruecos dispuesta a llegar donde ellos no puedan», señalan fuentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) Central.
Protagonismo marroquí
La Policía está convencida de que el «futuro» de la cocaína pasa por un creciente protagonismo de las mafias marroquíes, las mismas que ahora trafican con hachís por toneladas. El argumento es impecable. Estos grupos organizados, con años de experiencia a sus espaldas cuentan con todos los elementos a su favor.
Uno, se ha producido un cambio en las rutas, con el actual predominio de la llamada ruta africana. Los cárteles colombianos ya no se arriesgan a mandar un buque cargado de estupefaciente directamente a alijar cerca de Galicia o Canarias. Es mucho más seguro entrar en puertos de la fachada occidental africana (Guinea Conakry, Bissau, Ghana, Togo, Sierra Leona...) poco controlados y dejar «dormir» un tiempo la mercancía. Desde ahí, la situación para los alauís es perfecta.
Dos, tienen experiencia y medios. Las lanchas semirrígidas utilizadas para el transporte del hachís, capaces de alcanzar los 45 nudos, se han revelado como la vía de futuro. En general carecen de matrícula, o cualquier rastro para seguir su pista.
Tercero, cuentan con grandes depósitos o caletas donde almacenar la droga con menos peligro que en otros puntos.
Estos factores favorables son los que avalan la tesis de los agentes Antidroga: «En unos años se comerán a los gallegos a no ser que éstos cambien e improvisen una nueva estrategia. Por supuesto, que los «señores de la droga» seguirán siendo los colombianos, con ellos no podrán», apuntan estas fuentes.
Operación capital
La última gran operación contra el tráfico de cocaína, la más importante de los últimos años según destacan los expertos de la Udyco, es decir la «operación Destello» ha revelado estas tendencias. Lanchas, yates, alianzas, escapadas a la velocidad del diablo, grupos superpuestos, jerarquías, cambios... que esconden miles de horas de callado trabajo policial, eternas vigilancias sin aparente resultado y escuchas que aburrirían a la más ociosa de las vecinas. Se ha logrado abortar la entrada en España de ocho toneladas de cocaína, aunque se intervinieron unos 1.800 kilos. Pese a que había empezado en julio, los agentes le dieron el golpe de gracia el 30 de diciembre, el mismo día que parte de la T-4 de Barajas voló por los aires, de ahí su menguada repercusión pública.
Fue a mediados de julio cuando la Udyco descubrió una organización de primera fila que introducía la cocaína en lanchas rápidas y que estaba nutrida por un numeroso grupo de individuos. La primera parte se desarrolla en el mes de agosto, cuando se averigua que un yate de lujo de 25 metros, el «Zenith» va a cargar en alta mar casi cuatro toneladas de droga que llega de Colombia. Se intenta abordar el 28 de agosto, pero la tripulación (cinco gallegos) arroja la mercancía por la borda -en octubre una «marea» de coca aparece en las playas gallegas- y el «Zenith» (valorado en unos tres millones de euros) escapa a Marruecos.
A esas alturas se sabe que al frente del reparto está el colombiano Jorge Isaac Vélez Garzón, un personaje de primera en estas tramas con singulares colaboradores: entre ellos José Benito Charlín, sobrino del patriarca del clan, Daniel Baúlo Carballo, jefe del clan de «Los Caneos» o el lanchero Camilo Abal Cores.
Una única organización
El paso de los meses confirma que es una organización única a la que hay que poner contra las cuerdas. Y a ello se dedican hasta el 23 de diciembre. Ese día el «Zenith» sale de su escondite de Casablanca y carga en alta mar más de 3.000 kilos de cocaína procedentes de Suramérica; desde ahí acude al encuentro de una segunda lancha, la «Sahakian» para pasarle la droga (aquí aparece el grupo marroquí implicado en el alijo).
El destino de la droga cambia y se decide meterla por el Golfo de Cádiz en lugar de llegar hasta Galicia. La Armada española, la Dirección Adjunta de Vigilancia Aduanera (DAVA) y el GEO entran en escena por mar y aire, pero es imposible alcanzar la velociad de la embarcación. Los tripulantes (dos marroquíes y un gallego) lanzan los fardos al agua mientras la escena se graba con impotencia desde el helicóptero aduanero. Se logró recuperar 1.800 kilos; la lancha volvió a escapar, igual que el yate -fue apresado el mes pasado en Portugal-.
La lista sigue abierta
A partir de ahí se produjeron detenciones en cadena (28) en Sevilla, donde Jorge Vélez se había trasladado para pedir explicaciones por el fiasco a Charlín y al transportista; en Galicia, Madrid, Murcia y Melilla. Por esos lugares estaban diseminados parte de los miembros de un conglomerado que incluía los financiadores del alijo, los encargados del transporte y el resto de infraestructura, los almaceneros y los distribuidores. Una semana después caían otros cinco y la lista sigue abierta.

0 Opina sobre esta noticia: