Nagi Jafar recuerda que, de niño, tenían en su casa cerca de Blbec, cuatro rudimentarias máquinas para extraer el polvo del hachís. Era el tiempo floreciente de este cultivo en la planicie de la Bekaa, antiguo granero de Roma, y en la pobre comarca lindante del Hermes, fronterizas de Siria, durante los largos años de las inciviles guerras libanesas. Ahora el hachchich vuelve a crecer en vaguadas y bancales de la región debido al vacío del poder central.
Agentes de la "Oficina antidrogas", al mando del coronel Adel Machrudi, fueron atacados con fusiles ametralladores cuando efectuaban una gira de inspección por aquellas tierras abandonadas de la mano de Dios pero dominadas por Hizbullah forzándoles a retirarse. Como sus familias fueron amenazadas y no se sienten protegidas ni por el gobierno ni por las Naciones Unidas han dejado que los campesinos se entreguen en cuerpo y alma a su fructífero cultivo.
Venden un kilo de hachís, del preciado hachís de Balbeck, por mil o mil quinientos dólares, según su calidad. Siete mil quinientas hectáreas han vuelto a ser plantadas de cannabis y la cosecha anual, según sus cultivadores, es magnífica y podrá producir más de doscientos cincuenta millones de dólares en sus ventas a los países de Europa y también al vecino Israel…
No se han cumplido en los pasados años las promesas del "Programa de desarrollo de la ONU" del financiamiento de cultivos alternativos como el girasol, las patatas, los melones o sandías ni de la distribución de los subsidios oficiales.
Los fellahs o campesinos, desesperados por su amarga vida, percatados de la pasividad e impotencia del gobierno, han reanudado esta explotación que se remonta a la época otomana.
Asistí hace pocos años a una operación efectuada por militares sirios y libaneses ante un grupo de corresponsales extranjeros de prensa, en la que se quemaron plantaciones de hachís bajo presiones de Estados Unidos. En la década de los ochenta, Siria se aprovechó de la explotación del hachís y de la fabricación del opio tanto en localidades chiíes y cristianas de la Bekaa como Zahle, que producían docenas de millones e dólares. Al concluir las guerras en 1990 y restablecerse la maltrecha autoridad del estado decayó el cultivo y el tráfico de drogas.
Las plantaciones que antaño se extendían por casi toda la superficie de la llanura bordeaban hasta las orillas de la carretera. Los cultivadores se sentían orgullosos de su negocio. Construyeron incluso un pequeño aeropuerto para exportar directamente a Europa y Estados Unidos. Los más ricos vivían en ostentosas mansiones fortificadas y se desplazaban en limusinas y en Rolls Royce. La explotación del hachís de la Bekaa ha florecido siempre al amparo de circunstancias políticas.
Desde la época del imperio otomano y después durante la II Guerra Mundial, y sobretodo a partir de la independencia del Líbano, la región de Balbeck no es solo famosa por sus ruinas romanas sino también por su particular agricultura.
En 1981, cuando el gobierno trató tímidamente controlar su exportación, tras repetidos ruegos de la Interpol, los poderosos "zaims" o notables del lugar hicieron una advertencia amenazadora: "Pasaremos a sangre y fuego la llanura, declararemos una guerra cruenta si los agentes pisan la Bekaa".
De nuevo los campesinos sacan provecho de la grave crisis política interior iniciada el pasado invierno con la dimisión de los ministros chiíes y de la oposición cristiana al gobierno, la paralización del parlamento y la próxima elección incierta del presidente de la república el 23 de octubre. "Si el Estado nos deja en paz durante tres años –decía sin pelos en la lengua un cultivador de hachís- podremos volver al tiempo de las vacas gordas".
martes, 4 de diciembre de 2007
El hachís de Balbeck
Publicado por
lanarcosis
a las
14:49
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