miércoles, 22 de octubre de 2008

Falete, su novio y el falso secuestro


El cuento sonaba a chino desde el primer momento, y no se equivocaron quienes vieron en la historia del supuesto secuestro de José Isaac R.S., novio del cantante Falete, un burdo montaje que, por el momento, le ha costado a este joven sevillano de 24 años recién cumplidos ser detenido como autor de una simulación de un delito que no sólo no existió, sino que, de haber ocurrido como lo contó la presunta «víctima», hubiera rozado el esperpento propio de una película de Pajares y Esteso.
Un muñeco del Fary
Y es que de otra manera no pueden entenderse detalles como que uno de los «secuestradores» vistiera un chándal verde y chanclas, o que el coche del «secuestro» llevara como señal distintiva un muñeco del Fary colgando del espejo retrovisor. Para comprender la historia hay que retrotraerse al pasado lunes, día 13, cuando José Isaac llamó a la Policía para denunciar que había sido víctima de lo que parecía un secuestro exprés; pero un secuestro exprés muy especial, porque, curiosamente, los «secuestradores» no querían nada que no fuera el dinero de la propia víctima, pese a que él, según dijo, les ofreció que se pusieran en contacto con su novio, Falete, para que pagara el rescate.
Las ideas comenzaban a chirriarle a los policías, que más tarde le tomaron declaración en la Comisaría de Centro, en la Alameda de Hércules. Sobre todo después de que el «secuestrado» precisara que dos individuos españoles y «con acento andaluz» -más tarde concretaría hasta el extremo de decir «acento sevillano»- lo habían abordado en la plaza de La Alfalfa y, a punta de navaja, le habían exigido el dinero que llevara encima, porque lo habían visto por la televisión y sabían que manejaba fondos.
Al grito de «sabemos quién eres» lo metieron en un coche Citroen Xsara, junto al conductor y obligado a mirar hacia el suelo para que no pudiera orientarse, mientras lo trasladaban a un lugar que situó en una colonia de chalés indeterminada, donde lo metieron en una habitación más propia de una película policiaca de clase «b»: vacía y con sólo unas sillas y una mesa.
Allí, ni lo ataron, ni lo maltrataron, ni nada de nada, hasta que decidieron volver a introducirlo en el coche y lo trasladaron de nuevo a Sevilla, abandonándolo junto a la estación de autobuses de Plaza de Armas. La historia tenía un difícil sustento porque no parecía existir, a tenor de lo que contaba, un móvil concreto, desde el momento en el que los «secuestradores» se negaron a hablar con Falete para pedirle un rescate, e incluso le impidieron que hablara con él rompiéndole el teléfono móvil que llevaba.
«Delincuentes» en chanclas
Pero es que cuando los investigadores del Grupo de Atracos, al que fue remitido el atestado, vieron la descripción de los presuntos delincuentes, el alma debió caérsele al suelo. Porque ambos tenían el pelo rapado y ambos vestían de verde, aunque, eso sí, cada uno a su manera. Uno con camisa de mangas largas y pantalón vaquero corto; el otro con un chándal también verde, pero éste con chanclas. El uno tenía cara alargada y perilla, además de un pendiente con una cruz, y el otro era grueso, con la cara redonda y muy arrugada. Por si fuera poco, lo único que el denunciante recordaba del supuesto Citroen Xsara en el que lo transportaron era que del retrovisor colgaba un muñeco que representaba al Fary.
Otra cosa era la navaja presuntamente utilizada por el «secuestrador» de las chanclas, de la que, menos la marca, recordaba hasta el material de que estaba hecha la empuñadura, pese a que el presunto delincuente la llevara asida para amenazarlo con ella.
Isaac denunció el supuesto secuestro y rápidamente se marchó a Madrid, donde Falete presentaba su último disco. Allí terminó de ser la comidilla de los programas del corazón, que habían comenzado a jalear su historia casi desde el primer momento. Lo que no esperaba era que la comitiva al regreso a Sevilla fuera otra muy distinta: los agentes del Grupo de Atracos, que lo aguardaban para que explicara lo inexplicable. La farsa acababa de comenzar a desmoronarse. Isaac terminó confesando por sí mismo que no hubo ni secuestro, ni chándal verde, ni chanclas, ni, por supuesto, coche con el muñeco del Fary. Todo, acabó confesándolo todo. Había sido una invención para justificar una ausencia que ni su madre ni su novio iban a entender... sobre todo tratándose del día de su cumpleaños.

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